Está claro que somos seres sociales, al igual que muchas otras especies animales, los humanos nos gusta -y necesitamos- vivir en sociedad. Esta es la clave de nuestra evolución y la que nos ha otorgado la forma más compleja de comunicación, que es el lenguaje articulado y, por extensión, la cultura. Por otro lado, el mayor castigo que hemos encontrado socialmente son las prisiones, basadas precisamente en la exclusión y en el aislamiento.
Pero, si esta fuerza es tan importante, ¿no tendrá precisamente que ver con la (pérdida) de la salud mental? Cuando en nuestra familia nos recriminan constantemente y no nos permiten progresar; cuando en el colegio o entre los amigos nos acosan o nos “hacen el vacío”; cuando nuestra pareja se va con otro/a; cuando nuestro jefe nos consume con jornadas extenuantes y mal pagadas o cuando, peor que todo esto, no tenemos familia, amigos, pareja trabajo…. ¿no estamos realmente en un mal-estar psico-social?
Para paliar este efecto desde luego hoy en día están los profesionales de salud mental, aunque a veces su mirada se centra más en nuestros cuerpos, intentando utilizar una especie de “microscopio cerebral”, cuando el problema es evidente y lo tenemos delante nuestra cara; otras veces nos pueden enredar con un discurso técnico, que al final nos hace dudar de todo. Lo más adecuado nos parece intentar ponernos en el lugar del otro, en su mundo o en sus circunstancias, ver sus necesidades-en-sociedad y, por supuesto, acompañarlo y orientarlo (en lo que podamos) en este camino, que puede que no sea sencillo, pero, desde luego, sí necesario.
Adrián.