¿Cuáles son los objetivos que se persiguen con este taller de expresión literaria?
Los objetivos principales son que los participantes se motiven a la hora de escribir, que encuentren un estilo propio. A partir de ahí, que empiecen a construir una historia, un relato, una novela corta…, cuando vayan afianzándose. Lo importante es aportar algo nuevo a partir de unos conceptos básicos.
¿Qué es lo que más destacaría de las clases que se han impartido hasta el momento?
Destacaría en primer lugar la asistencia de los alumnos, son 16 participantes y prácticamente no ha fallado nadie. También la imaginación, la creatividad, hay muchos que tienen ya mucha profundidad narrativa. Aunque haya que pulir algunos detalles, tienen base para seguir escribiendo y encontrar divertida la escritura. Lo importante es que cada uno exponga algo suyo. Cuando se pretende copiar un estilo es más difícil que fluya, los relatos propios salen mejor, es una forma de desarrollarte.
¿Cómo se inició en la literatura?
Como todos, empecé en la escuela. De adolescente comencé a escribir novelas cortas, aunque no tuve mucho éxito. En la universidad escribía algunas poesías y algún relato corto y las enviaba al periódico “Ecus”, a nivel nacional y me publicaron algunos trabajos. También participé en algún concurso, que promovió el periódico “El País”.
¿Qué cree que puede aportar la literatura tanto a nivel personal como en el campo de la salud mental?
Sobre todo aporta a nivel empático, a ponerte en el lugar de la otra persona. En este camino que es la vida, aprendemos más de las personas que tenemos alrededor que de nosotros mismos. Desde que somos pequeños, lo primero que nos hacen es contarnos cuentos y aprendemos un poco de la realidad. La literatura es parte de la vida y, en cuanto que la narra, forma parte de ella.
¿Qué le parece en el curso el trabajo conjunto entre estudiantes y usuarios de salud mental?
Me parece enriquecedor. Lo que más destacaría es la valentía que tienen a la hora de leer lo que escriben y enfrentarse al público.